Abandonar Berta Isla por Eva: duelo de recursos narrativos

No sorprendo a nadie a estas alturas si declaro mi amor por las letras de Pérez-Reverte. No voy a decir que soy una incondicional, porque si algo no me gusta, lo dejo, lo abandono, sin remordimientos. Y, casi, ninguna vez miro atrás. Así que el hecho de dejar de lado otra novela para coger Eva por delante no tiene nada que ver con su autor.

Porque si toca ser sincera, y toca, Eva también fue abandonada en su momento con menos de cien páginas leídas. Espera, no te embrolles, ahora te lo explico todo.

Berta Isla, de Javier Marías, y Eva, de Arturo Pérez-Reverte, fueron mi regalo de cumpleaños en enero. Dos libros a los que tenía muchas ganas. Tantas que llené mis redes sociales con sus fotos con filtro y todo para intentar captar un poco de la felicidad que me daba tenerlos en las manos por fin. Una de las publicaciones de Instagram tenía un texto que lo decía todo: Pito-pito, gorgorito. No sabía cuál de los dos leer primero.


Abandonar Berta Isla por Eva: duelo de recursos narrativos
Aquí aún no sabía por cuál comenzar



Abro un inciso para confesar que me bloqueo cuando la pila de libros pendientes abulta demasiado. Es lo que me pasó el mes pasado después de asaltar varias tiendas de segunda mano y volver a casa con una docena más de libros de golpe. No sabía cuál leer, no me apetecía ninguno y a la vez quería empezarlos todos... un desastre.

La cuestión es que comencé a leer Eva y no me enganchó. Falcó me había gustado tanto que lo cogí con muchas ganas pero el estilo frío, tan apropiado al personaje y a la historia, esta vez a mí me dejaba fuera de la trama, no me enganchaba, no me decía "Ven y sumérgete aquí un rato". Así que lo abandoné por Berta Isla, que está repleto de subjetividad, que era lo que me apetecía a mí.

Leí más de doscientas páginas a pequeños sorbos, los grandes atracones lectores los pasé con novelas de Agatha Christie. Como ves, nada que ver entre un autor y el otro pero no siempre te apetece leer lo mismo. La historia de Marías me parece muy interesante. De verdad que tengo ganas de saber qué les sucede a sus protagonistas y, sobre todo, quiero disfrutar de la prosa con la que esas historias (más veces paralelas que convergentes) están trenzadas. Adoro su forma de construir las frases, lo reconozco. Pero no soporto sus diálogos internos de dos páginas.


Abandonar Berta Isla por Eva: duelo de recursos narrativos
Comencé a leer Berta Isla en la mejor compañía


Como escritora el diálogo interior es una de las herramientas que más me gusta utilizar ya sea con un narrador en primera persona o con un omnisciente bestial. Disfruto intercalando pensamientos, regañinas a uno mismo, sentimientos y formas de ver el mundo o la situación en que mis personajes están inmersos en ese momento. Pero no soporto que en mitad de un diálogo con otro personaje, mientras éste espera una respuesta, el protagonista tenga un monólogo interno que dure diez minutos.

Mira que he intentado pasar eso por alto. Si una persona está sola, las conversaciones con el duendecillo de su cabeza pueden durar horas (yo tengo unas muy interesantes y largas a todas horas), pero eso no es creíble en mitad de una conversación. Por no hablar del lenguaje, de las frases y palabras utilizadas. Por mucho estudios elevadísimos que uno tenga, por muy repipi que uno sea, de verdad, cuando está charlando con uno mismo no utiliza ese lenguaje.

Obviamente, esa es tan sólo mi opinión como lectora. Ni siquiera tengo en cuenta mi opinión como escritora porque soy muy nueva en esto y me faltan años para llegar a rozar la sombra de la suela del zapato de Marías (seguramente ni lo consiga). Pero como lectora, lo siento, no me creo lo que me está contando por la forma de contármelo; me saca de la historia una página sí, otra no.


Abandonar Berta Isla por Eva: duelo de recursos narrativos
Es Eva camuflada en plena misión


Por eso he vuelto a Eva, porque no quería pasar al siguiente en la lista de pendientes, no quería dejar otro a medio leer. Y ahora sí, me ha enganchado. En este momento, con este estado anímico, o quizá sea para desempalagar después de la otra novela, la continuación de Falcó me devuelve como lectora al género de espías aventureros al que me aficioné de muy joven con las novelas de Ken Follet (antes de que le diera por las macronovelas históricas).

No me gusta hablar mal de ninguna novela. Mi premisa siempre ha sido hablar de lo que me gusta y punto. Esta vez me salto mis normas tratando de ser sincera. Sé que poca gente va a estar de acuerdo conmigo, Berta Isla ha recibido las mejores críticas del mundo y su autor es de lo mejor que tiene este país. Soy consciente de que el problema será mío, puede que no haya llegado a entender su forma de utilizar ese recurso narrativo, contemplo esa posibilidad como la más probable.

Espero volver a ella en otro momento y ver mi error y disfrutarla más porque, de verdad, odio abandonar un libro y más cuando la historia en sí me gusta tanto.

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